Colaboración: UNA ITALIANA VIVIENDO EN PERÚ


Había estado cansada durante años de vivir en Milán, la ciudad en la que nací y viví 26 años de mi vida, aunque viajé mucho desde siempre.

Pero si soy honesta, ¡este era el último lugar en el mundo en el que esperaba terminar!
Soy una italiana en Perú, estoy aquí desde hace 3 meses, llegué poco antes del inicio de la pandemia y no tengo idea de cuándo regresaré a Italia.

Fue bastante traumático cuando recibí las primeras llamadas desde casa, muy preocupantes por la emergencia sanitaria.
Nada había comenzado aquí todavía.
Tengo que decir que el hecho de tener una anticipación me ayudó mucho: cuando la cuarentena comenzó aquí, ya estaba psicológicamente preparada.
Sin embargo, la sorpresa más grande fue que en lugar de ser yo la que se preocupará por mis familiares,  eran ellos los que estaban preocupados por mi ! Y mientras aislaban Milán, yo estaba en Lima comiendo ceviche y tomando fotos en la playa.

Me sentí bastante culpable, pues esto había pasado en mi ciudad, en donde nací!
Mientras tanto, todos aquí decían que no llegaría, que el Perú está acostumbrado a las infecciones, que pasan y luego se van, que con el calor los virus no resisten.
En cambio, al final, actualmente somos el país que ha reaccionado peor a la infección. Sin embargo, a pesar de la situación, estoy feliz de estar aquí.

Viajar es una necesidad para mí y hay muchas cosas pequeñas que marcan la diferencia, cosas que me permiten vivir este período de una manera mucho más serena de lo que seguramente habría vivido en mi casa. La preocupación y el miedo son cosas con las que se aprende a vivir cuando se viaja mucho, solamente hay que concentrarse en otras cosas, en todas las razones que te empujaron a irte y de las que nunca te arrepentirás.

Si, el tema es por qué me mudé a 10 mil kilómetros de casa?, bueno, no fue solo por amor, ni por los jugos tropicales (!).
La curiosidad es el impulso de mi vida, todo lo que es diferente me gusta descubrirlo, las rarezas del mundo me vuelven loca. De hecho, esta vez aproveché una oportunidad, la de vivir una historia de amor imposible y una perspectiva de trabajo diferente (ambos hacemos vídeos y documentales), para ponerme a prueba, para ver cómo es mover toda mi vida a otro país, pare ver si podía empezar desde cero, y si podría estar tranquila durante más de un mes sin mi gente y mis certezas, ¡y la respuesta ha sido un sí! Me gusta, me siento ligera, me siento libre.

Faltan muchas cosas que creo que todos los que vivimos lejos de casa echamos de menos, faltan, obviamente, las personas de tu vida. Pero cuando veo que encuentran el tiempo para llamarme, me lleno de alegría y nunca me siento sola. Algo muy difícil es que comprendan ciertas experiencias que vivo desde lejos, pero intentar compartirlas para mi es fundamental, porque cuando así cuando regrese, comprenderán porque ya no seré la misma persona que marchó.

Faltan algunos hábitos, algunas comodidades, algún tipo de comida, de olor, de sabor, pero nada que no pueda ser reemplazado por algo nuevo, creo. Una cosa que aprendí es que, aparte de los afectos, no hay nada fundamental que no se pueda reemplazar, al menos para mí. Los hábitos nos llevan a apegarnos a cosas que consideramos indispensables y, en cambio, no lo son realmente. Lo que aprendes cuando vives en el otro lado del mundo no tiene límites, cada día descubres algo nuevo, tu mente se abre un poco más y la vida da menos miedo.

Lo más difícil para mí de vivir lejos es la idea de no poder regresar en 24 horas, y más aún con la situación específica que estamos experimentando ahora.
La única manera de estar tranquilo sobre la imposibilidad física de regresar es no pensar en ello, es vivir día a día y pensar lo más posible de manera positiva.

Adaptarse aquí no fue fácil, probablemente aún no lo haya hecho. Vivo mi vida en serenidad pero todavía me siento demasiado diferente de los demás. Y lo más absurdo es que ahora, cuando voy a Milán, también me siento diferente.

La primera vez que estuve aquí un mes, cuando volví a mi casa me sentí una turista.
Ir a casa y no sentirla más “tu casa” es algo que le sucede a muchos viajeros, se sabe, pero cuando te pasa a ti, realmente entiendes lo relativo que es el concepto de hogar y lo fácil que es dar un solo paso para darte la oportunidad de ser feliz, si no lo eras donde estabas.
A veces es solamente una cuestión de coraje, de abandonar todos los miedos y marcharse, de amarte a ti mismo un poco más de lo usual.

Conozco a muchas personas que me dicen: "Te envidio, a mí también me gustaría pasar un período a distancia, pero cómo hago, cómo dejo todo". No sé, creo que como todas las cosas, ¡sólo hazlo!

Trabajé todo un mes para la partida, para irme con la mente libre y el corazón tranquilo.
Fue difícil arreglar todas las cosas para dejarlas como tenían que estar, pero es algo que tarde o temprano es mejor hacer si no se quieres correr el riesgo de calcificarte, atarse a un lugar con cadenas y no poder existir en otro lugar. Yo lo hice y le deseo a cualquiera cambiar de ambiente de vez en cuando, ¡yo espero encontrar siempre el coraje para irme! Y también, por qué no, quedarse cuando se encuentra el lugar correcto.

Nunca es tarde para volver a casa, pero a veces, quizás, es hora de marchar!

Alice Bulloni




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