Colaboración: JIMENA EN DUBLIN

Mi espíritu viajero y mis ganas de comerme al mundo comenzaron en el 2012, cuando tuve la fortuna de irme de intercambio a la universidad a Sevilla, España; donde descubrí que la frase "me voy a estudiar al extranjero" tiene un significado poco relacionado con libros, exámenes y estrés, y por el contrario va más de la mano a viajes, diversión, cerveza y conocer gente. 

Al terminar ese semestre, me regresé a Aguascalientes, México (mi ciudad natal) a concluir mi carrera (Licenciatura en Administración de empresas). El regreso para mi fue complicado, después de haber vivido un semestre increíble, vuelvo a México. Las primeras semanas son muy buenas porque tus familiares y amigos te quieren ver, y te invitan a comer todos tus antojos, pero después de las semanas de ser novedad, me percaté que todo seguía igual y yo había cambiado tanto. 

Antes de graduarme, afortunadamente empecé a trabajar en mi profesión, pero una parte de mi seguía muy inquieta y sabía que mi vida no la podía pasar atrás de un escritorio y simplemente tachar los días del calendario. Después de casi un año y medio, seguía con unas ganas insaciables de viajar y volver a experimentar el vivir fuera. Fue entonces cuando le dije a mi mamá que ya no quería trabajar, que yo solo quería conocer el mundo y disfrutar la vida, obviamente acompañándolo de la frase "me quiero ir al extranjero a estudiar, en esta ocasión añadí inglés". Mi mamá sin peros me dijo: "esta bien hija, empieza a investigar, cuentas con mi apoyo moral"; esas palabras de saber que me apoyaba fueron tan reconfortantes que me dieron el valor para renunciar a mi trabajo.

Cuando renuncié todavía no sabía a dónde iría y mi misma supervisora fue quien me sugirió Irlanda. Posteriormente investigué los requisitos dentro de los cuales se encontraba realizar un curso de inglés de tiempo completo, y ahí agradecí tanto haber aguantado estar atrás de un escritorio, ya que mis ahorros me ayudaron a pagar mi curso y el avión.

En enero del 2015 llegué a Dublín, Irlanda, a mi parecer con un inglés avanzado, lo que cambió radicalmente cuando escuché el acento irlandés (hoy en día sigo confundiendo butter con water). Desde que llegué a la fecha, se puede resumir en 3 cursos de inglés, un Diplomado en negocios, 8 cambios de trabajo, donde me ha tocado desde barrer, trapear, limpiar baños, tomar órdenes, hasta apoyar a una agencia de viajes en su migración de datos y he vivido en 5 casas diferentes. De los cambios de trabajo y casa aprendí que si no estamos agusto en algún lado, lo mejor y por mucho miedo que nos de, es cambiar de lugar.






Nunca pensé que mi plan de venirme a estudiar por un año se extendería tanto, que la Isla Esmeralda con su temperaturas tan bajas se volvería mi hogar, tampoco me imaginé que el tomar té, formará parte de mi rutina diaria y mucho menos normalizar el tomar una cerveza en lunes.

De lo más bonito y más enriquecedor de esta experiencia viviendo lejos de casa es: la gente que he llegado a conocer; los lazos que se llegan a crear con las personas, porque te pueden conocer desde tu esencia; personas que se convierte en tus amigos y después en familia; amistades reales que aminoran la nostalgia de estar lejos de mi mamá y hermanos que es  lo que más extraño. 

Lo que más extraño después de mi familia, es la comida. La comida mexicana es mi favorita y acá se come algo desabrido, por suerte hay varios lugares que venden tacos, no saben como los de los carritos pero a todo se adapta uno.

Algo que también me gusta de acá, es la seguridad. El hecho de moverme de un lado para otro caminando, sin importar la hora. Me enamoré de la libertad que se puede llegar a experimentar, el vestirte como te gusta sin el miedo al qué dirán, en donde puedo expresarme y en lugar de ser juzgada soy escuchada y valorada

**Esta información es importante para aclarar porque valoro tanto la libertad que experimentó acá. Lamentablemente vengo de una ciudad pequeña, donde la mayoría de la gente (no toda) tiene la mente muy cerrada. Yo siempre he chocado mucho con eso, porque ahí importa más la apariencia, tu apellido, quienes son tus papás, a que se dedican, si te vistes con ropa de marca o si perteneces a un club social. Yo simplemente me di cuenta que ese no es mi mundo, y estoy totalmente feliz y agradecida de tener la oportunidad de vivir acá.





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