Colaboración: VIVIENDO EN ALEMANIA POR GICELA

Cuando conocí a mi esposo nunca imaginé el giro que daría mi vida en el futuro. Ambos mexicanos originarios de Mexicali, en ese momento él terminaba sus estudios de medicina en Monterrey, mantuvimos una amistad por Facebook y esporádicamente coincidíamos en persona, sin intención de una relación. 

Un año después de conocernos comenzamos nuestro noviazgo, cuando al parecer había  regresado a vivir a dónde yo tenía mi vida y un trabajo estable. Después de un mes, me dio la noticia de que se iría a Alemania a estudiar su especialidad, me quedé totalmente en shock y pensé entonces que trataría de disfrutar el momento, pues yo "nunca tendría una relación de larga distancia", próximamente cumpliremos 6 años de casados. 

Jamás pensé que mi vida daría este giro tan radical, pues "yo nunca me iría a vivir a Alemania" y "el idioma alemán sería el último en interesarme por aprender". 

Y bueno, aquí estoy, viviendo en una pequeña ciudad llamada Aachen, hemos vivido muchas aventuras como pareja, hemos tenido la oportunidad de viajar y conocer muchas ciudades que antes nunca imaginé. A pesar de las dificultades nos hemos ido adaptando a esta nueva cultura y hemos formado nuestra familia en tierras germanas. 

Nuestra hija nació aquí en Alemania, ha sido un camino distinto y complicado, ya que el estar lejos de nuestra gente ha pesado más en el proceso de maternidad, en esos momentos en que necesitas ayuda, pues aquí las únicas manos son las de papá y mamá; en momentos también es difícil ver como tu hija crece lejos de sus abuelos y como ellos no pueden disfrutarla, pero es parte de esta elección de vivir lejos de casa y ser mamá lejos de mi mamá. 

Y bien, ahora somos 3, disfrutamos de la calidad de vida que tenemos, pero eso no significa que no extrañemos a la familia, que no llegue la nostalgia de estar lejos sobre todo en fechas importantes y que añoremos el día en que podamos regresar. Porque si algo hemos aprendido, es que el valor de la familia no tiene precio ni comparación alguna, a pesar de que hemos creado lazos con amistades que poco a poco se convierten en familia, uno nunca deja de extrañar sus raíces. 
De la misma manera se agradece el hecho de tener la fortuna de poder vivir en el extranjero de una manera digna, feliz y en paz.




Algo que he aprendido en este proceso es que la clave de encontrar la felicidad en el extranjero es la adaptación, hacerla de manera real y consciente, disfrutar el proceso, adoptar costumbres y abrazarlas como propias.

Y bueno, la frase que aplico después de tantos cambios en mi vida es "nunca digas nunca", no debemos cerrar las posibilidades de vivir nuevas experiencias y adquirir aprendizajes enriquecedores, ni negar la oportunidad de residir en un lugar que puede nutrir tu persona y darte más de lo que puedes imaginar, porque vivir lejos de casa es eso: crecer, experimentar, tropezarte y levantarte con un aprendizaje satisfactorio.

Gicela

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