Colaboración: UNA BOLIVIANA VIAJANDO SOLA POR MÉXICO

Mi nombre es Laiz Villarroel, y en el 2011 viví en México por 6 meses.

Durante este periodo, además de estudiar y recorrer Monterrey, que es la ciudad donde vivía, por supuesto que no podía dejar de recorrer lo más posible el país con el que había soñado desde que era una niña. 


Esta vez quiero contarles acerca del viaje que emprendí por el Día de muertos a Guanajuato y Aguascalientes.

La verdad es que no tenía planeado ir a estas dos ciudades, todo se dio porque en el periodo que yo estuve en México, había muchos problemas en el estado de Michoacán, y mi viaje estaba planeado para Pátzcuaro, una isla muy famosa por su tradición de Día de muertos. Tenía todo preparado para ir a allá: bus, hostal, presupuesto para la comida, paseos, etc.


La universidad, tal vez previniendo que los estudiantes internacionales nos dirigiéramos hacia Pátzcuaro, nos sugirió evitar, en lo posible, viajes a Michoacán.


Nos recomendaron Guanajuato, entonces en cuestión de días tuve que replantear todo mi viaje, averiguar acerca de este nuevo lugar que se veía ¡fabuloso! 

Sin pensarlo mucho, compré un boleto de bus (sí, me fui de Monterrey a Guanajuato en bus). Armé mi mochila y me fui para Guanajuato, tardé como 16 horas en llegar, porque el bus iba haciendo paradas, y fue así que también conocí San Luis Potosí y Zacatecas.


Cuando al fin llegué a Guanajuato el conductor del bus, con el que había entablado una amena conversación, me dice que no va a poder llevarme hasta la terminal por el “Cervantino”, y yo dije ¿el qué? Me dijo que durante esos días se estaba llevando acabo un festival de arte y música en la ciudad, lo que me pareció ¡estupendo! El problema es que no sabía de la magnitud de ese festival. Me dejó lo más cerca que pudo del centro de la ciudad, y me encontré con una ciudad que tenía la mayoría de sus calles subterráneas. A mí eso de entrada me espantó, ya que todo se me hacía muy oscuro, no sabía ni a donde tenía que llegar. Decidí irme por las calles que tuvieran más luz y seguí la señalética que me llevaría a la catedral, (en Latinoamérica, generalmente, las plazas y centro de la ciudad se encuentra cerca de la iglesia más importante). Poco a poco fui viendo como la gente se dirigía hacia un mismo lugar, así que decidí dejarme llevar por la multitud, y terminé llegando a la plaza del teatro de Guanajuato. Quedé fascinada por la iluminación del teatro y sorprendida por la ¡enorme cantidad de gente que había! Eran multitudes y multitudes de gente, entre los diferentes palcos donde había shows y todos los espectadores.

Empecé a preocuparme por no tener donde dormir esa noche, estaba muy cansada por el viaje y con mucha hambre también, así que me puse a buscar rápido un lugar donde dejar la mochila. Era desilusión tras desilusión, no había cuartos disponibles en absolutamente ningún lugar. Los únicos lugares disponibles eran algunos hoteles que cobraban 100 dólares la noche, que obviamente no me podía permitir. Al final, uno de los recepcionistas de estos hoteles se apiadó de mí y me dijo “hay casas particulares que también están alquilando, aquí a la vuelta hay una, pero no se si tengan espacio”. Enseguida llamó a un niño y le dijo que me llevara a la casa de doña Rita (jaja todavía me acuerdo como si hubiera sido ayer), menos mal encontré una cama en un cuarto compartido con otras 4 chicas.


Algo que olvidé mencionar antes, es que durante mis largas horas en el bus, entablé conversación con un grupo de muchachos que viajaban también a Guanajuato, pero que se bajaron antes que yo. Les había perdido la pista, hasta que llegué a la casa de Doña Rita, que era tía de uno de esos muchachos, y pues ahí prácticamente me uní a ellos para comer, tomar unas cervezas, enterarme bien acerca de la magnitud del “Cervantino” y jugar cartas. 

Durante esos días en Guanajuato disfruté muchísimo de todos los espectáculos gratuitos que habían por el “Cervatino”, conocí a personas de todas partes del mundo y paseé por las hermosas calles y callejones, en su mayoría peatonales, además, claro, de ir al museo de las momias de Guanajuato.


Estuve ahí durante unos 4 días para luego partir hacia Aguascalientes, en este caso averigüé si por el día de muertos habría actividades, y encontré que el Festival de la Calavera se realizaría durante los días que yo estaría. Para no cometer el mismo error que en Guanajuato, entré a Hostelworld (donde encontré los mejores hostales durante mis viajes) y reservé una habitación de mujeres, compartida con 4 camas, que me incluía desayuno buffet.

Tuve muchísima suerte ya que, aunque mi habitación era compartida, me tocó tenerla, las 2 noches que me quedé ahí, solo para mí.


Viajé a Aguascalientes en bus desde Guanajuato, el viaje fue muy corto, no más de 4 horas en bus. Durante mi estadía en Aguascalientes fui al museo de la muerte, donde tenían expuestas fotos antiguas de personas muertas, una antigua tradición que, de hecho, era muy difundida a nivel mundial, y también fui al Festival de la Calavera, donde entre muchas cosas había una Catrina de 15 metros.

Aprendí mucho del altar del Día de muertos, ya que en la noche también fui a la vigilia que se tenía en el cementerio general. Sin duda, fue un viaje lleno de misticismo y aprendizaje no solo a nivel cultural, también a nivel práctico. Aprendí como moverme en un país que no conocía, aprendí a manejar las dificultades, a sacar lo mejor de cada situación y también aprendí que siempre va a haber alguien dispuesto a ayudarte. 


En todo el viaje, 1 semana, incluyendo boletos de ida y vuelta, hospedaje, comidas, excursiones, compras y entradas a los museos, gasté entre 100 y 120 dólares. Por favor, tomen en cuenta que este viaje yo lo realicé en el año 2011, los precios, rutas y cambio de monedas, seguramente han variado y la seguridad también.

Como consejo a todos los que quieran emprender un viaje: confíen en su instinto y traten siempre de averiguar todo lo posible del lugar a donde van a ir, para al menos intentar estar lo más preparados posible. 


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